La pobreza no es de quien la padece

La situación de pobreza que viven decenas de floridenses se ha pretendido transformar en una especie de discusión semántica sobre si es o no una emergencia social, tergiversado vaya a saber porqué, el verdadero sentido del tema.
Se ha instaurado la idea sobre la definición de emergencia o no.
En realidad es de esperar que cualquier ser humano que se precie de tal, frente a una situación extrema que padezca un semejante seguramente la trate ya no como una emergencia, sino como algo urgente.
Ha pasado lo que todos sabemos, lo que todos vemos.
Con el devenir del tiempo algunos lograron que existan más pobres y otros han intentado que sean menor cantidad, aunque la calidad de vida no siempre sea sustentable.
La discusión pública del tema específico de qué hacer y qué se hace para mitigar las situaciones adversas que viven los pobres de nuestro departamento, tiene una trascendencia mayor a la del tema en sí mismo, por cuanto participan de la discusión actores políticos que a su vez representan a corrientes de pensamiento al menos opuestas.
Tal vez en el pasado la incertidumbre sobre la situación económico- financiera de nuestro país y nuestro departamento impedía la adopción de medidas concretas y políticas sustentables. Sin embargo en la actualidad más allá de la retórica, primero hay que tener conocimiento de causa y en forma inmediata las instituciones públicas y los organismos competentes se tienen que poner a trabajar cumpliendo cada uno sus obligaciones, complementándose si es necesario pero no compitiendo ni superponiendo planes. De ser así seguiremos formando chacras y no otorgando soluciones.
Todos, en mayor o menor medida conocemos lo que pasa en Florida.
No esperemos a que aquellos que tienen la posibilidad de analizar los números de la macroeconomía definan cuánto puede o no bajar el IVA o si es necesario gravar con otros impuestos a sectores que pueden aportar algo más para distribuir mejor la riqueza, que se hagan las viviendas,... que la sequía se termine. No esperemos, actuemos, cada cual desde el lugar que le corresponda, para que los versos de Galeano no nos sigan hablando de:

LOS NADIE

Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadie con salir
de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca.
Ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadie la llamen, aunque les pique la mano izquierda,
o se levanten con el pie derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadie: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadie: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre,
muriendo la vida, jodidos, rejodidos.
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la
prensa local.
Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata.
Eduardo Galeano